Tratado de libre comercio, una larga telenovela

Los formatos de la televisión han cambiado, todos tenemos prisa, menos tiempo disponible para actividades de ocio y así, notando el cambio en el mercado, las televisoras abandonaron las telenovelas para usar un nuevo formato más adecuado a los gustos del público y al uso de las tecnologías de la comunicación: las series; con ellas se están adaptando, sobreviviendo y prosperando.

Sin embargo, lo que no ha cambiado es el embrollo de las negociaciones diplomáticas y comerciales, en particular cuando alguno de sus agentes no colabora lo suficiente con los demás para llegar a un acuerdo.
Un ejemplo claro es el Tratado de Libre Comercio de América del Norte, que se ha convertido en una larguísima telenovela que, al parecer, por fin está terminando.
El hecho es que ya tenemos un nuevo tratado, T-MEC como se conocerá en español, y todo solo por cumplir el capricho del Presidente de los Estados Unidos. Lo que resulta redundante, dado que ya existía un documento firme en el que estaban incluidos los tres países (Estados Unidos, México y Canadá).

Queda rescatar el tema de la estabilidad del nuevo tratado, la razón que se quería finiquitar el acuerdo y la modernización que necesitaba para incluir temas tan relevantes en la actualidad, como lo es el comercio electrónico.

Dicho documento obtuvo un plazo de dieciséis años, y se someterá a revisión en el sexto año; lo que resulta en un instrumento más estable de lo esperado, seguro y con el que podremos hacer planeaciones, tanto en lo trilateral como en las proyecciones de cada uno de los países.

El tratado contiene modificaciones a las que habrá que adaptarse y que aún tienen campo de negociación obligada; por ejemplo, las reglas de origen, especialmente en vehículos, uno de los brazos fuertes de México, ya que se plantea que el 75% de los vehículos deben realizarse en Estados Unidos y México. Sin embargo, esto debe convivir con la regla de que el 40% al 45% de las partes debe manufacturarse en donde los trabajadores perciban por lo menos dieciséis dólares por hora. Lo que ocasiona que sea de suma importancia que el nuevo gobierno se plantee políticas de incremento salarial que nos permita seguir siendo competitivos.

Finalmente, a empujones y capítulos incompletos tenemos tratado. Nuestras ventajas y desventajas no son sensiblemente distintas al modelo anterior, pero sí hay varias lecciones que parece que no hemos aprendido y que queda en el tintero del nuevo gobierno para mejorar la situación y aprovechar las coyunturas.

Por un lado, ha quedado claro que no es la mano de obra barata donde está el As ganador de la jugada, lejos de ello, comenzamos a resentir el peso de una política salarial que no está de acuerdo con los estándares de nuestros socios y ello, en el mediano plazo, se convertirá en un freno ya que nos resta movilidad y competitividad. Lejos han quedado ya las épocas de oro de las maquiladoras y si no queremos convertirnos en una especie de submundo de la producción, las políticas de equiparación de salarios deben insertarse en un modelo de crecimiento económico.

Por el otro, comentando con los expertos de Creditum, llegamos a la conclusión de que es interesante el fenómeno de histeria y temor que inspiró la posibilidad de la cancelación de este tratado, y es que una buena parte de nuestra economía depende de ese instrumento y principalmente, de nuestro vecino del norte.

Esto contrasta con un hecho fehaciente, México es uno de los países con más tratados de libre comercio vigentes en el mundo, por lo que no se puede decir que no estamos interconectados y que no tenemos presencia en el mundo de la inversión y el comercio; pero sí se puede decir que no estamos tan diversificados como nuestras aspiraciones y proyecciones parecieran reflejar.

Al principio del fenómeno, la presencia europea se hizo patente, se avizoraron nuevos horizontes en Asia y en América Latina, pero parece que estamos a punto de volver, una vez recuperada la certeza, a nuestras prácticas tradicionales de hacer negocios.

Una lección que se debe aprender es que no podemos vivir a la sombra de este o de cualquier otro tratado y/o país, que el mundo obedece a lógicas muy distintas de las que privaban hace más de 20 años que se firmó el primer tratado. Si no utilizamos las vías de negocios que nosotros mismos hemos construido, estaremos apostando siempre al mismo caballo que, ya se ve, no es tan brioso ni tan sano como lo pensábamos.

Así que la telenovela está a punto de terminar, esto podrá no ser del gusto de todos, pero en realidad mantiene abierta una puerta importante. Lo mejor será, de ahora en adelante, imaginar nuevas narrativas, nuevas formas de estar en el mundo, formas que no nos tengan al borde de la butaca cuando podríamos estar disfrutando de maneras más inteligentes proyectar nuestro futuro.

César Benedicto Callejas.
Abogado. Investigador SNI.
@cesarbc70

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