Proyectar en tiempos de elección

Los expertos de Créditum, en nuestra plática habitual, han llamado mi atención sobre un fenó-meno interesante; se trata de la imagen que los inversionistas suelen hacerse sobre la situación económica en un momento determinado y la manera en que esto influye en sus decisiones.

Para solicitar un crédito Pyme, por ejemplo; el inversionista dispone de todo un arsenal de datos, ha dispuesto un buen programa de negocios, una forma de recuperación y un plan de pagos; sin embargo, en el momento de acercarse a formalizar la operación, el periódico le arroja datos y perspectivas muy obscuras sobre su rama de interés y en general sobre el futuro cercano, es natural que el empresario tenga desazón en ese momento o que incluso cambie de opinión.

Lo curioso del fenómeno radica en que no toda la información que recibimos nos es útil para tomar decisiones, no toda es confiable y toda tiene que ser valorada adecuadamente, los datos duros por sí mismos indican poco y no hay nada como tener la confianza en la manera en que vamos armando nuestros propios argumentos por la forma en que los hemos construido.

Para mantener esta confianza, me señalan, hay que tomar en cuenta algunos factores.

1.- Los temas macroeconómicos no se estudian en tiempo real, es decir, cuando se habla de guerra comercial, de problemas en el flujo de dinero o bien, de las perspectivas económicas nacionales, los analistas se refieren a un futuro próximo, es decir, señalan hechos y fenómenos que están sucediendo y cuyas consecuencias se harán sentir semanas o meses después, aun así, no siempre sus predicciones se cumplen; en este caso hay que considerar que la informa-ción de que disponemos sobre nuestros propios negocios debe ser tomada con un valor más alto que la que percibimos sobre el entorno macroeconómico; si lo nuestro son datos los otros son señales.

2.- La utilización de las estadísticas, de uso tan común en el ámbito empresarial y financiero, son mecanismos muy delicados que deben ser siempre valorados y estudiados antes de darles al-gún valor en la toma de decisiones. Una regla básica es que se debe dudar de toda estadística que se presente, una duda metódica digamos y que permanece hasta que no es verificada la fuente de la que proviene; por otro lado, las estadísticas sólo adquieren argumento de verdad cuando el análisis se dirige a lo que queremos probar; pongámoslo de esta manera en el tema de moda, las encuestas electorales dan diferencias entre los candidatos entre 5 y 8% según su fuente, una primera lectura nos permitiría deshacernos de, al menos, dos tercios de los encues-tadores cuyas metodologías no son confiables o no se conocen; de los que quedan, para ser válida la encuesta debe comprenderse qué es lo que queremos saber, si el avance o caída de un candidato, su presencia en tal o cual sector poblacional, la tendencia en su preferencia; pero si queremos predecir quién resultará electo, entonces estamos usando la herramienta equivoca-da, la encuesta mide preferencia de voto si en este momento fueran las elecciones, esto es, la única encuesta válida es la que sucede al momento de la elección. Del mismo modo, cuando tomamos una decisión considerando encuestas de preferencias de mercado, valores de divisas o posibilidades de inversión, lo más razonable es estudiar bien la estadística y saber con preci-sión qué es lo que mide y para qué sirve la medición, de otro modo se trata de datos en bruto que difícilmente pueden llevar a conclusiones adecuadas.

3.- Por último, como atinadamente me señalan los expertos de Créditum, existe una distorsión basada en el argumento de autoridad; si nuestro plan de negocios, capitalización y pago se ade-cua a la realidad, no hay razón para creer que el mejor artículo de la prensa nos pueda decir cómo será la marcha de nuestro negocio; el temor proviene de la autoridad que nos proporciona la información; los medios acreditados, los analistas reconocidos y las opiniones respaldadas son sólo eso, análisis, escaparates y opiniones, pero ellas no pueden suplir la información co-rrectamente analizada sobre un negocio o un mercado cuando se ha hecho por quien mejor lo conoce y diseña sus perspectivas. En otras palabras, la autoridad de la opinión debe ser consi-derada pero no constituye una verdad absoluta y sin matices.

Esta consideración sobre el valor y peso que le damos a la información viene a colación particu-larmente por los tiempos que vivimos; cuando existen procesos económicos, como la renego-ciación del TLC; sociales, como la situación de la seguridad y políticos, como las elecciones, resulta natural que la información se vuelve un recurso sumamente abundante y no siempre de una calidad homogénea, pero cuando esos tres fenómenos se presentan simultáneamente la oferta de información, ingente y creciente, redunda en un proceso de desinformación y desorientación; existe tanta disponibilidad de datos contradictorios que la información, lejos de orientarnos nos confunde. Por eso es importante afinar nuestro sentido crítico, verificar fuentes y recurrir, como siempre lo hemos dicho, a los expertos.

César Benedicto Callejas
Abogado. Investigador SNI
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