Hasta hace poco preguntarse si un negocio requería una página de Internet era algo válido; es decir, uno no tenía por qué gastar dinero en algo que no comprendía bien ni cómo funcionaba ni en la manera que podía ayudarnos; hoy, sin embargo, carecer de una página web es tan peligroso para un negocio como no tener teléfono o hace unos años no tener fax; incluso, para algunos es incluso importante tener su propio dominio, se trata de nombre, presencia y exposición.
Nos quejamos de que los tiempos han cambiado, o tal vez ya ni siquiera sea una diatriba sino una forma de decir que estamos todavía adaptándonos a transformaciones que van más rápido que nuestra capacidad para asimilarlos; el hecho es que el pequeño o mediano empresario llega a su casa y se pone a reflexionar, le han dicho que tenga cuidado con la información que sube a la red, que al vecino le han clonado la tarjeta y que al amigo del primo Joel que vive cerca de Minatitlán y al cual no conoce, casi le secuestran a la hija por unas fotos en Facebook; nuestro empresario está decidido a que, a la mañana siguiente le pedirá al encargado de sistemas o a su webmaster o aunque sea a su secretaria que borre todo lo que tenga en la red; se sirve un café y abre el periódico, las notas son unánimes, bitcoins, redes sociales, dominios, twiteros, influencers y una andanada de datos que lo hacen tambalearse, ya no se es nada si no está en la red.
Está a punto de perder la razón y lo único que le queda es recordar cuando la empresa era la vieja constructora de papá con una oficina linda en la colonia Juárez, sin Internet ni computadora, con teléfono fijo y conmutador y soñar que ojalá todo se hubiera quedado así.
Es cierto que da cierto temor andar por los caminos de la red, pero para la empresa la presencia digital es tan necesaria como antaño lo fue estar en la sección amarilla o en los antiguos directorios especializados; si bien es cierto que la información personal no corre la misma suerte que la información empresarial, el empresario debe hacer conciencia y seleccionar la imagen, información, datos e interacciones que quiere lanzar al ciber espacio; sobre todo, tiene que ser consciente que la Internet no es un escaparate gigantesco y súper veloz, sino todo un sistema de comunicación que permite al proveedor de un bien o servicio estar en contacto con su consumidor, conocerlo y saber sus necesidades, es una fuente inagotable de información útil para quien sabe leerla y es, al mismo tiempo, una manera altamente especializada de llevar la oferta al lugar preciso donde será apreciada, leída y asimilada de manera más efectiva.
La empresa contemporánea debe generar políticas adecuadas de presencia en redes sociales, es decir, necesita saber que todo lo que hacemos, cuanto vendemos y cómo lo hacemos es un mensaje, una narrativa que llega a un público en particular, esto es, el cliente; que es él el que nos recibe y nos responde, nos retroalimenta, así que estar en las redes sociales significa que la empresa debe estar irradiando el mensaje de calidad, certeza o estabilidad que caracterice su actividad; no se trata de promoción, se trata de presencia, no solo es el mejor lugar para promover ofertas, es el lugar óptimo para crear identidad y certeza, un capital sin duda invaluable. Un especialista podría decir cuál es la hora más adecuada para estar presente en twiter, o que clase de mensaje podemos establecer en Facebook, cual es el perfil ideal en instagram o si necesitamos o no más o menos presencia en cuál de esas redes, pero sobre todo, lo que se requiere es cierta presencia de ánimo para vencer el miedo a lo desconocido y tener bien claro, siempre, que hay una frontera muy clara entre el derecho a la intimidad de las personas y la presencia clara, firme y visible de las empresas.
Compartiendo información con especialistas de CREDITUM me entero que CEPAL da a conocer que de 2010 a 2015 el crecimiento del uso de internet en los hogares latinoamericanos fue del 22.4% al 43.3% y que hoy por hoy en México, el 39.2% de las casas tienen esta herramienta. No hay tiempo que perder, ese mundo dinámico corre más rápido de lo que podemos imaginar, es una autopista donde el camino como el panorama cambian constantemente y sólo los más avezados consiguen sacarle el mejor provecho; se trata de una decisión que no puede omitirse pues el cambio tecnológico ocurre con nosotros, sin nosotros y aún en contra nuestra.
César Benedicto Callejas
Abogado. Investigador SNI.