Ley Fintech

Dicen que la tecnología lo es sólo para quienes nacieron antes de que ella existiera, para los demás es vida cotidiana; es decir, para quienes vivimos la era anterior a la Internet, ese artilugio nos sigue causando una mezcla rarísima entre desconfianza y fascinación en la que nos movemos, todavía, con cierta incomodidad; mis hijos que no recuerdan que existió una época en que no se podían mandar mensajes por teléfono y que mueren de la risa cuando les cuento que uno tenía que llamar a una operadora para que mandara un mensaje escrito a un aparatito que sólo servía para recibir esos mensajes, la tecnología es más bien asunto cotidiano. El tema es que la tecnología determina nuestra forma de convivencia social y muchas de nuestras formas de comportamiento.

Ahora que nos llama la atención la Ley Fintech, uno la mira como a una especie de bicho raro en que no parece inspirarnos mucha confianza; otros están emocionados como esperando la Jauja que los instrumentos digitales guardan para los más avezados. Los especialistas de CREDITUM me dan algunas pistas para comprender el fenómeno.

La Ley Fintech buscará regular las instituciones de tecnología financiera, es decir, aquellas que ofrecen sus servicios a través de tecnologías de la información, es decir, redes sociales, interfaces de internet o de celular; esto es, no basta con que se anuncien en internet, sino que sus servicios se basen en servicios prestados a través de esas plataformas.

Aunque nos parezca novedoso, en realidad México es líder en ese sector de actividad para América latina, hay alrededor de 238 empresas en el rubro pero hay que considerar que según algunos diarios como Excélsior, el 69% de dichas empresas tienen menos de 3 años y el 39% de ellas tienen menos de diez empleados. Algo que da qué pensar. A este rubro corresponden los monederos en línea, aquellos sistemas en los que se deposita dinero para poder hacer transferencias electrónicas y hacer compras en plataformas de internet; hasta ahí estamos más o menos acostumbrados; existen otros servicios como los financiamientos colectivos, grupos de inversionistas que prestan su dinero a través de colectivos de internet generando buenos dividendos ante la ausencia de intermediarios, o bien lo que se ha dado en llamar los activos virtuales, como las Bitcoin que han dado tanto que hablar en los últimos días, una especie de moneda que no tiene respaldo en ningún banco central y cuya transmisión se realiza sólo a través de actividades electrónicas.

El cambio tecnológico ocurre con nosotros, sin nosotros o aún contra nosotros, opciones como el financiamiento pyme o el financiamiento para capital de trabajo parecen verse beneficiados con estos productos. Sin embargo, es algo en lo que hay que pensar.

En las tierras de la alta teconología cada uno se mueve como puede y como logra comprender, antes de sucumbir ante la emoción de las ofertas irresistibles o de los planteamientos tan jugosos que pudieran ofrecerse, uno debe estar seguro, completamente, de lo que está haciendo, de los riesgos que corre y de los beneficios que puede esperar. El sentido común es irrenunciable, pero no sólo eso, se requiere de un guía que domine el tema que conozca bien el producto y lo que se puede esperar de él. Sobre todo, hay que entender algo que aplica tanto para los negocios en el mundo digital como en el mundo real; la devaluación del término “amigo”, en términos de redes sociales, magnifica la confianza donde no hay razón para que eso suceda, si alguien toca la puerta de mi casa y dice que conoce a diez personas que yo conozco y que por lo tanto quiere ser mi amigo, entrar a mi casa y que le de algún dinero en inversión, seguramente diré que está loco y lo echaría a patadas de mi puerta, ¿porqué no lo hacemos así en las redes sociales?; ¿porqué seríamos más exigentes con un banco o con una empresa de financiamiento tradicional, o analógica para usar términos contemporáneos y no con una de estas nuevas opciones tecnológicas?

Es muy probable que en algunas décadas todas las transacciones se hagan así, vía digital, soñemos con un mundo así, en el que el papel moneda se haya extinguido, que todo patrimonio sea un balance entre ingreso y egreso y la forma en que tomamos del mercado lo que necesitamos; no lo descarto, es posible, acaso muy probable que algún día sea así; para cuando ese momento llegue, la legislación estará apta, probada y experimentada para defender los derechos de los inversionistas; en ese momento, la gran mayoría de las personas habrá comprendido como funcionan y se podrá mover con comodidad en ese mundo, igual que nuestros hijos nos enseñan trucos en nuestros teléfonos; la nueva Ley Fintech, es el primer paso y por lo tanto hay que moverse en ella con precaución y cuidado; es tierra ignota, de descubrimiento y claro que puede ofrecer interesantes panoramas; lo importantes es no moverse en ella solo, sin conocimiento y sin experiencia. Mientras tanto, confiemos, como hasta ahora, en nuestros expertos.

César Benedicto Callejas.
Investigador SNI.
@cbch70

  • 55 9136 6260 Con 20 líneas
  • Av. Periférico Sur #4194 Piso 3. Col. Jardines del Pedregal,    Del. Álvaro Obregón, CDMX