¿Y después del paro nacional de mujeres del 9 de marzo…qué?
Desde hacer varios días siento cierto desconcierto en el aire, una especie de tensión soterrada, como cuando sabemos que algo va a pasar y preferimos pensar que no sucederá, como cuando omitimos algunas señales que nos molestan y nos aplacamos en el instante para que no corramos el riesgo de la angustia y es que eso es normal a las puertas de algo que no conocemos. La huelga de mujeres convocada para el próximo 9 de marzo está causando temores y aprensión que puede no estar justificada; el hecho es que sobre todo en círculos alejados del análisis social el fenómeno parece no estar siendo comprendido y, más que la huelga en sí misma, lo que interesaría saber es qué modificaciones, qué cambios y qué nuevos modos de ser estamos presenciando.
En mi renovada reunión con los expertos de CREDITUM el tema resulta ineludible; danzan sobre la mesa del desayuno cifras, cálculos, supuestos y suposiciones; me parece que han sido muy claros: no hay nada cierto ni nada seguro; es decir, en una coyuntura como la que estamos viviendo es prácticamente imposible calcular los daños o los efectos económicos; resulta muy difícil saber dicho impacto porque no sabemos a ciencia cierta el carácter que tomará la protesta, el nivel de consumo que se inhibirá y la magnitud de la fuerza de trabajo que permanecerá quieta ese día. Los efectos parecen más profundos.
Me he acostumbrado, desde hace ya mucho, a que los análisis de CREDITUM suelen ir mucho más allá de la superficie, lo saben quiénes acuden a ellos en busca de un crédito y obtienen un análisis del manejo de sus capitales. Esta vez no me decepcionan y me dicen que una lectura atenta e inteligente versaría más sobre los cambios que están sucediendo en la sociedad y no en la coyuntura material del día que, de cualquier manera, será resuelta en lo económico en el momento o días después. Es cierto.
Desde mi ángulo, observo algo que puede pasar desapercibido; cuando sucede un temblor en el mar en la costa puede oírse el rugido de la tierra, esto sucede porque el agua transmite las ondas sonoras con mayor potencia que el aire, sentiremos un temblor de tierra porque las ondas expansivas del movimiento tarde o temprano tocarán el lugar donde nos encontramos, pero es torpe y limitado pensar que pasado el temblor el problema ha terminado; lo que sigue, minutos o hasta horas después es el maremoto, el tsunami, como se le conoce; ese es el análisis que debe hacer el inversionista, el empresario, el emprendedor. Lo que suceda el 9 de marzo es la manifestación evidente de un fenómeno que se gestó hace mucho y que ha hecho crisis porque es ya insufrible, para mujeres – absolutamente para ellas – pero también para todos.
Es el momento de tomar empatía, las redes de mercadeo no pueden seguir basándose en imágenes que desdeñan la igualdad de género, que denuestan o cosifican a las mujeres; no se trata de hacer negocios o comercio con rostro humano, se trata en fin de ser empáticos ante todo esto. Es cierto que nos tomó mucho tiempo el emprender o reconvertir los negocios para hacerlos amigables con el medio ambiente, quienes no comprendieron ese cambio en su momento pagan hoy las consecuencias y lo resienten no sólo en sus bolsillos. Aunque usted no lo crea, diría Ripley, es lo de menos, sino en la percepción que el consumidor tiene de esos productos y sobre todo, del lugar que ocupan en la sociedad en nuestro momento histórico. No es posible que un problema que nos afecta a todos en lo más íntimo, en lo más cercano, no lo hayamos comprendido en toda su magnitud.
Se presentan dos análisis, uno desde la frialdad del mercado y otro más desde la calidez de lo humano. En el primero, es importante considerar que el mercado se ha vuelto muy sensible al tema, la publicidad machista y basada en estereotipos de género no sólo ha dejado de ser efectiva, se ha vuelto contraproducente, es importante cambiar de rostro, no sólo porque sea conveniente, sino porque se debe. Pero esa sería una visión simplista, básica; al igual que sucedió con los productos hostiles con el medio ambiente, la comercialización de productos por empresas que carecen de protocolos contra el acoso sexual, de políticas eficaces de equidad de género o que inhiben los procesos de igualdad entre mujeres y hombres, también sufrirán y están sufriendo las consecuencias; seamos claros, estamos frente a una nueva revolución social que no podrá frenarse y que seguirá adelante con nosotros, sin nosotros o contra nosotros. Pero aun así, eso no es lo más importante.
Desde la calidez de lo humano, es ahí donde está el núcleo de todo el tema. Nadie, ni empresario, ni prestador de servicios ni mujer ni hombre, puede permanecer al margen de la alerta que estamos viviendo. El punto de establecer los protocolos, las sanas prácticas, las políticas de igualdad y protección de género, constituyen la garantía de la paz social para todos, la base de la tranquilidad que tanto anhelamos y que tanto extrañamos; la garantía de que tendremos un mañana para seguir trabajando y produciendo en paz, de que estaremos todas y todos, en casa, cada noche, disfrutando del producto de nuestros esfuerzos. Sin esa base estamos poniendo en la mesa de apuestas todo por cuanto hemos luchado.
No es una guerra de mujeres contra hombres, es una guerra de todos frente a lo injusto y lo desigual, contra el miedo y la violencia.
César Benedicto Callejas
Escritor y analista.
@cesarbc70